Monday, April 16, 2012

Cuando me di cuenta que era negro


¿Qué cuando descubrí que era negro? Fue precisamente en el mes de agosto del 2007. Fue gracias a Emil Soler. No fue que por fin me mire en un espejo. Trabajamos en una obra de teatro Llamada el Carrusel. En este carrusel simbólico, se repetían las mismas escenas de racismo cotidiano, y al final el personaje principal se preguntaba lleno de furia interna “¿por qué no se burlan de los racistas?”.

Desde joven he crecido viendo a mi madre avergonzada por lo que llama su “pelo malo” (sabrá dios que le hiso ese pelo a alguien), desde joven crecí oyendo cosas como ‘negrito’, ‘te ríes y pareces un monito’, ‘negro sucio’, etc. etc. etc. (ya los conocen. No hay porque enumerarlos todos, la lista es larga). Sin embargo, como joven puertorriqueño común y corriente, entendía que esto no era racismo. Era sencillamente bromas. “Aquí no es como en EEUU que hay racismo. Aquí no somos racistas” siempre nos dicen. No fue hasta que llegue a la universidad que me di cuenta que ese tipo de conducta tiene nombre y apellido. No es cierto. No somos el resultado del feliz y armonioso mestizaje de tres ‘razas’ que se unieron para formar una nueva o algo así. Vale la pena destacar el hecho de que en este país celebramos con mucho júbilo niños de tez bien clara y ojos claros. En ocasiones se seleccionan las parejas pensando en esto. Recuerdo como mi abuela me dice todavía “nene, tú te vieras mejor si tuvieras los ojos azules de tu padre, y su pelo y su color de piel). Me atrevo a apostar que mi madre se enamoro de él estrictamente por eso, claro, no importa que se divorciaron al año, el objetivo siempre fue mejorar la raza.

Hablemos del imaginario que prevalece en el día a día de los puertorriqueños(as). ¿Donde caen aquellos de complejidad mulata o mestiza, cuando nuestros estudios sociales ignoran o excluyen la categoría ‘afro-caribeña’ como categoría de estudio? Este ideal de piel, que mientras más claro, más atractivo, mientras más lacio el cabello, mejor, (este mismo que lleva particularmente a muchas mujeres a gastar cantidades ridículas de dinero a querer tenerlo como lo ven en la publicidad), este mismo imaginario, es el que nos lleva a vernos en el censo como que somos casi 80% blancos lo cual es matemáticamente imposible y absurdo (incluiría las del 2010 pero no las tengo disponibles). Fíjense otra cosa y es que el tema de la raza se estudia de la misma manera parcializada que en EEUU. Por allá, la raza significa grupos enteros y color de piel. Sin embargo, por acá el tema de la raza se reduce a características fenotípicas (labios, narices, cabello). De igual manera, aquellos que creen en la lucha por derechos raciales, erróneamente todavía creen que son asuntos que se pueden atender con marchas y con figuras de los 60’s y 70’s de ese mismo país, me refiero concretamente a Malcolm X y a Martin Luther King. No, nunca despreciaría sus aportaciones para todos, negros o no. Si no que hoy, a casi 50 años de sus muertes, el racismo a evolucionado. Ya no luchamos por derechos civiles. Aunque estos se den o no, están en papel y los que no ven un problema con la raza, no van a fijarse mas allá de que estén escritos en un papel que supuestamente lo aguante todo.

Sucede que la raza hoy por hoy, se aborda desde la educación. Educar aquellos que la utilizan como comedia, que se enajenan de sus efectos bajo la excusa de la risa y se enajenan del efecto que esta causa (“¿Te ofendió? ¡Ese es tu problema!”, “Eso depende de la persona”, “Eres tú que esta acomplejado”). El racismo en Puerto Rico lo abordamos de otra forma. Significa rechazar a alguien por ser de otro país. Casi exclusivamente rechazar por ser de la Republica Dominicana. No podemos pretender abordar los males sociales, aumentando los policías en las calles mientras reproducimos los mismos discursos y conductas que nos han llevado a los problemas. Sean de género, violencia, discrimen, prejuicio, etc.

En el 2007, descubrí que lo que sentí y lo que me dijeron cuando tenía mi afro, no era sencillamente chistes necios y que “tenía que aguantar presión” como si la culpa fuera mía de los agresores irrespetuosos. Casi en su totalidad fueron mujeres que bromeaban sobre mi higiene en mi cabello. “¡Nene lávate ese pelo porque tienes piojos!” Ya no les tengo resentimiento. Ya sé que no son bromas sin sentido. Todo eso responde a algo mayor. Tiene nombre y apellido. Se llama Racismo Sistémico. Ahora entiendo lo que sintió mi madre creciendo. Como mujer y negra, su peso fue doble. Ahora entiendo mi familia y su generación que aunque digan que antes se respetaba, eso es mentira. Nunca le respetaron su decencia. Ya reconozco que trataron de borrar nuestra historia pero no lo lograron. Mientras existan seres consientes de su identidad, no podrán. Hoy se que no soy solamente “trigueño”. Mi madre lo es al igual que mi abuela (materna) lo es. Y la mayoría, aunque no lo sepa, lo son. Somos Afro-Caribeños y así nos nació la consciencia.


Los invito a que lean el trabajo de la organización Ilé, entre otros, para que vean la lucha en contra de la ignorancia que algunos llevan en este país. 
http://webs.oss.cayey.upr.edu/iii/sites/webs.oss.cayey.upr.edu.iii/files/u3/articulo_violencia_racista_IG.pdf